Por: Yuliet Martínez Morales. Profesora de la Universidad de Sancti Spíritus “José Martí Pérez”.
El 11 de marzo amanecimos con la noticia de que al fin había llegado a Cuba, no precisamente nuestro mejor amigo a visitarnos, el que llegó no se ve, ni se toca, ni conversa, ni acaricia, el que llegó, sin pedir permiso, tiene el poder de doler, de infectar, de enfermar el alma y matar la vida.
Era un extraño para los cubanos, aunque pronto se sabría de él lo necesario y casi imprescindible. Es la Covid-19 decían los medios y más bien parecían las siglas de una organización fascista, pero no, era tan real e implacable como las millones de muertes que hoy duelen en el pecho del mundo.
Pero como siempre mi isla bella, mi Cuba linda se alzó contra el gigante, no importa que tengamos el tamaño de una hormiga, se alzó Cuba para decirnos confíen y trazarnos una estrategia que le diera una fuerte estocada al intruso mortal, un virus de letalidad alta y silenciosa apariencia.
Y comenzaron los desvelos tras su propagación, los desvelos de hombres y mujeres que no son mi familia y sin embargo apostaron por cuidarme, por cuidarnos a todos, y yo me preguntaba en el andar, como pueden ser tan grandiosos, tan generosos en ayudar a tanta gente que no conocen y dejar en sus casas a merced de otros a su verdadera familia, por eso empecé a aplaudirles todos los días a las 9 de la noche, me parecía algo tan sencillo para devolverle que aunque parezco desenfrenada yo quiero que mi aplauso se escuche más alto que todos, quiero ser la primera en pararme en el borde de mi casa, me parece un aplauso tan poco ante el sacrificio de tantos cubanos médicos, enfermeros, choferes, locutores, periodistas, costureras, militares, dirigentes, que yo decía: ¡qué importante soy!, ¡qué importante es mi familia para esas personas que no conozco y que mientras yo duermo ellos están despiertos!.
Por eso en mi equipo de música hoy solo se escucha Valientes, Resistiré, un canto a la vida y tantas otras canciones que han hecho otros que como yo, no saben cómo agradecer tanta humildad y entrega.
Hoy vivo orgullosa de mi isla, de mi gobierno, tan criticado por algunos, pero tan humano y amigo del pueblo y del mundo. Por eso hoy más que nunca, en medio de esta batalla que enfrentamos, me duele cuando alguien trata de aniquilar sus noblezas resaltando los errores que cometemos pero también cometen todos los países del mundo, me duele cuando lo comparan con la vida en EEUU, son tan ilusos, pues comparar un elefante con una hormiga no puede dar otra cosa que desniveles.
Yo solo tengo 41 años soy una joven formada en esta Revolución, víctima del período especial, del bloqueo, de las carencias materiales, soy hija de una ama de casa y un mecánico, y soy universitaria, pero tengo tres hijos y nunca le ha faltado ropa, zapatos, estudio y un plato de comida en su mesa como tampoco me faltó a mí.
No tengo la abundancia, pero tengo la satisfacción de vivir rodeada de mi familia, de no haberla abandonado nunca, para después mandarle una mesada y pagarle a un extraño para que los cuide hasta el final de sus días porque yo me fui buscando un montón de cosas materiales que no le ponen un parcho a los sentimientos de verdad, yo sin embargo, disfruto respirar la tranquilidad y seguridad de mis hijos a donde quiera que van, de no pagar un centavo por un chequeo médico completo, una ambulancia, un ultrasonido, un estomatólogo, un ginecólogo, o simplemente ser gratuito el tratamiento que le ponen a mi padre por padecer de cáncer. Claro que me gusta la abundancia, lo material, ¿a quién no? pero mi balanza se dobla 100 veces ante la abundancia de amor, amistad, solidaridad, y la humanidad que se respira en mi isla bella, no existe aún el país que lo compense todo, ni siquiera la pequeña casa de cada uno tiene compensado todo lo que quisiéramos.
Hoy frente a la Covid-19 el tratamiento sigue siendo gratuito, pero el aislamiento preventivo a los sospechosos de la enfermedad es una oferta con todos los gastos pagos solo para cuidarnos a todos los que habitamos Cuba, esas son las cosas que me hacen escribir sobre esto, y alzar mi voz defendiendo lo que tenemos, por eso reitero un aplauso a todos los que de una forma u otra harán posible, estoy segura, el fin de esta batalla y si tú has mantenido el aislamiento, si sales, de forma imprescindible, usando permanente el nasobuco, te lavas las manos frecuentemente y desinfectas sistemáticamente cada lugar vulnerable de tu hogar, pues el aplauso es para ti mismo, que has puesto, desde algún lugar de Cuba, un granito de arena importante.
Fuerza CUBA ……………..vamos por más

Reflexión desde el aislamiento