Por: Marisel Quiñones y Dayelín Hernández. DCI-UNISS

El pensamiento martiano trasciende su tiempo y se atempera, como norma de actualidad, a las disímiles circunstancias en que se desenvuelve la vida en pleno siglo XXI.

 “… preparar al hombre para la vida” es una de las consideraciones más certeras del Maestro en cuanto a educar se refiere, porque tiene implícita la labor del maestro y la de la familia en la formación de discípulos y descendientes; pero cuando expresa que “educar es poner coraza contra los males de la vida”, el alcance de haberlo logrado se manifiesta y constata en el comportamiento social y en los valores en los que ha sido educado el individuo.

 En relación con esta segunda idea, de manera muy clara, Martí fue capaz de advertir sin ofender, de orientar y de explicar hacia dónde han de dirigirse los pasos para no caer en conductas censurables.

En su carta del 9 de abril de 1895, le escribía a María Mantilla, como hace un padre o un maestro, enfatizando en las virtudes que habrían de caracterizarla como mujer y que brotan de la respuesta a cada pregunta que le hace en ella:

 “¿Se prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores, a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con el engaño de unas cuantas palabras simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse, llaman en el mundo “amor”.

Y concluye que “es necesario conocer el mundo antes de darse a él”.

La frivolidad, la vanidad y la ligereza, también forman parte de las alertas que le hace Martí a esta adolescente, y que hoy, por desgracia,  se han convertido en una especie de “pasaporte” para formar parte de determinados grupos y sus fiestas, o para entrar al mundo banal de algunas redes sociales.

 Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido, la grande y verdadera, está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco.  Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena…

La conclusión final es un excelente consejo por el que valdría la pena insistir, como educadores, en nuestras aulas y escuelas:

“Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda…. Que cuando mires dentro de ti, y de lo que haces, te encuentres como la tierra por la mañana, bañada de luz. Siéntete limpia y ligera, como la luz. Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe, y pasa”.

Mirada martiana a la educación de la mujer y su vigencia