Tomado de Escambray digital. Por: Liliam Marisel Quiñones Colomé*

No hay dudas de que para Fidel Castro el proyecto educativo cubano sustentaría los cambios más trascendentales que se producirían a partir del triunfo revolucionario, y lo vaticinó desde su histórico alegato La Historia me absolverá, cuando expresó: “(…) un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz”.

Sus permanentes intercambios con los principales dirigentes del sector educacional, con los estudiantes de diferentes enseñanzas y con los que egresaban de carreras pedagógicas demuestran no solo su interés por el perfeccionamiento de la educación, del educador y de la escuela como escenario clave para ello, sino la certeza de que era posible.

Es constatable que a 61 años de la Campaña de Alfabetización, de que Fidel  declarara el 22 de diciembre que Cuba era territorio libre de analfabetismo, por lo cual se celebra el Día del Educador, que el escenario escolar cubano ha tenido cambios y transformaciones, desde los  modelos de perfeccionamiento, en pos de mejorar la preparación de los niños, adolescentes y jóvenes en función de su futuro desempeño en la sociedad socialista que se construye todos los días.

El uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en cada institución docente es una puerta abierta a la búsqueda de nuevos saberes y al desarrollo de habilidades y capacidades que retan la inteligencia del estudiante ante el vertiginoso desarrollo de la ciencia y la tecnología modernas; sin embargo, no todo puede dejarse a lo que proporcionan equipos y sitios digitales.

Para el promotor y defensor de los Joven Club de Computación y de la Universidad de las Ciencias Informáticas nunca sería criticable trabajar por que la tecnología fuera una herramienta poderosa en cada escuela cubana y en las manos de cada docente; tampoco pondría en dudas el beneficio que trae aparejado para los escolares y para la sociedad.

A la luz de estos tiempos, y para alcanzar resultados superiores con el uso y manejo de las tecnologías, es imprescindible tener presente lo que, a su juicio, eran requisitos indispensables para los educadores en su desempeño, teniendo en cuenta el carácter político de su trabajo y en virtud de la influencia que ejercen en sus alumnos con su ejemplo personal.

A finales del pasado siglo, pero con suficiente vigencia actualmente, señalaba Fidel que la sociedad esperaba que los profesores formaran en sus alumnos los conceptos científicos sobre la naturaleza y la sociedad; que, de hecho, fueran profesores estudiosos, capaces de desarrollar eficientemente los planes y programas de estudio, para lo cual debían prepararse consecuentemente, e insistía en que debían formar en sus alumnos hábitos de estudio, de trabajo, de educación formal, correctas relaciones entre compañeros sobre la base de los principios de la moral de nuestra sociedad, que desarrollaran sentimientos humanos, solidarios, de respeto a la propiedad social y personal, que estuvieran aptos para vivir en la sociedad que construimos y luchar contra toda conducta indeseable. Y destacaba: “En fin, un profesor que en su tarea diaria esté consciente de la responsabilidad que la sociedad le ha situado al conferirle lo más preciado de ella, la joven generación” (13-7-1979).

Puntualizaba ese día: “El éxito de nuestra Revolución, la seguridad de nuestro futuro; el éxito de nuestro socialismo dependerá, en gran parte, de lo que sean capaces de hacer los educadores”, y esa es una afirmación tan certera que hoy sigue siendo bandera de la educación cubana.

Fidel definió, con la claridad que lo caracterizó siempre, cómo debía ser el educador cubano. Esas  ideas debieran retomarse de manera permanente, no solo para hacer imperecedero su legado, sino para hacer imperecederos también la imagen y el quehacer de todo profesional de la educación porque “Ser maestro significa, ante todo, serIo en todos los órdenes de la vida. En el ejercicio de la profesión está implícita su ejemplaridad (…)”  y “La ejemplaridad se demuestra en la puntualidad, disciplina, calidad de la clase, cumplimiento de las normas, en las relaciones con los alumnos y con los compañeros, en su higiene personal y en la exigencia para consigo mismo y para con losdemás” (7/7/1981).

No puede soslayarse, a pesar de la realidad de estos tiempos, que para el líder histórico de la Revolución Cubana la organización escolar era un aspecto muy importante para la educación y sostenía que, desde el principio del curso, todo tenía que marchar correctamente, todo debía estar dispuesto para llevar a cabo un trabajo ordenado en cada institución docente. Téngase en cuenta que la escuela, para Fidel, era el espacio geográfico en el que, “Además del estudio, la disciplina y la educación, es muy importante eso que llamamos la educación formal; el respeto a los maestros, el respeto a los padres, el respeto a los mayores, la buena educación que deben recibir en la familia y en la escuela, el hábito de seguir los buenos ejemplos” (17/7/1983).

Hoy, la escuela cubana debe seguir siendo ese sitio caracterizado por el buen funcionamiento y por el excelente ejercicio profesional de sus educadores como consecución de un proyecto que no solo se perfecciona, sino que se adecua a las nuevas normativas sociales y familiares.

*Máster en Ciencias y profesora de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez.

 

Los educadores y la escuela: una mirada fidelista