Por: Guillermo Luna Castro. Profesor de Historia de Cuba en la UNISS
 
Tenía 32 años cuando se entrevistó con Arsenio Martínez Campos el 15-03-1878, para convertirse en la figura cimera de Cuba después de diez años de lucha por la libertad.
 
No quería aceptar la paz propuesta por el General español a cambio de promesas, ninguna de las cuales era la independencia y la libertad de los esclavos; así que decidió como político: invitar a una entrevista al Capitán General español para establecer directamente, pues ya lo había hecho antes, su posición de principios y de paso ganar tiempo.
 
La entrevista casi se malogra pues hubo planes de secuestrar y hasta se comentaba, de asesinar a Martínez Campos, pero allí se elevó también la estatura ética de Maceo al redactar carta rechazando contundentemente cualquier acto de esta naturaleza, evidencia de la que supo y en la que confió el gobernador.
 
Los mangos de Baraguá fueron más dulces ese día, porque allí se enseñaron dos pautas fundamentales: la lucha culmina cuando se ha concluido el objetivo y la rendición nunca debe ser una opción; lo cual más que para ese momento y los días siguientes, como demostró la historia, tuvo valor, cada vez más creciente, para los 143 años posteriores.
 
No existía la más mínima posibilidad de continuar la guerra, lo que se manifestó por encima de lo que pensaba Maceo y sus propias esperanzas de avivar nuevamente la llama de la revolución; pero el honor de Maceo quedó impoluto, su decisión de seguir luchando toda la vida llegó a su cumbre, en tanto que sembró el espíritu irredento del pueblo cubano en ese lugar sagrado.
 
El corojo se rompió el 23 siguiente; y toda la hidalguía y arrojo guerrero, más que para esos momentos, sirvió para dejar un contundente precedente en la historia de Cuba, pues los días de guerra estaban contados; pero los de la dignidad y la gloria nunca.
La Protesta moral de Maceo