Su familia quería un médico que atendiera a seres humanos; sin embargo, los animales son su verdadera pasión. Por eso se graduó de Medicina Veterinaria y Zootecnia en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, y hoy trasnocha hasta por un conejo.

A sus 39 años, Gregory Ramón Valdés Paneca considera que le falta mucho por aprender, aunque ya ha colaborado con universidades dentro y fuera de Cuba y sus investigaciones se leen en varios países.

Actualmente es el jefe del Departamento de Medicina Veterinaria de la Universidad “José Martí Pérez” de Sancti Spíritus (UNISS), donde por vez primera en la historia de la educación superior en ese territorio, la demanda para estudiar la carrera se ha disparado, y supera por mucho la oferta.

“Paradójicamente en Sancti Spíritus, una provincia agrícola, eran las ciencias médicas y las ciencias sociales las más solicitadas, pero el panorama ha comenzado a cambiar. Lo primero que influye en el alza de solicitudes, es a mi juicio, una mayor sensibilización por parte de la población en cuanto al tratamiento y cuidado de los animales. También influyen las mejoras salariales experimentadas por el sector agropecuario en los últimos tiempos, así como el prestigio de nuestro claustro”, explica el doctor.

Su currículo es impresionante: publicaciones en revistas científicas, ponencias, libros, investigaciones; pero nada se compara con la satisfacción de curar a un animal, de ayudarlo en su sufrimiento.

Hasta la India llevó la experiencia cubana a propósito de los alimentos probióticos y según explica, los veterinarios cubanos no se percatan a veces, del valor de “nuestras innovaciones, de nuestras investigaciones, de nuestros aportes. No es hasta que compartes con colegas de otros países que te percatas de la calidad de nuestra medicina veterinaria. Con limitaciones, es verdad, con carencias de todo tipo, es verdad, pero con unos deseos enormes de salvar vidas”.

Desde el 2017 y hasta el 2020 se desempeñó como profesor de microbiología y virología en la universidad angoleña José Eduardo dos Santos, donde fue muy querido y respetado por los alumnos. Eso sí, el que no tocara al animal en su clase corría el riesgo de suspender, me dice.

La experiencia internacional le permitió enfrentarse a enfermedades mortíferas y poco frecuentes en Cuba, algunas de las cuales solo había conocido a través de la literatura especializada, por ejemplo, la Peste Porcina Africana y el Cólera Porcino, padecimientos causados por virus.

Además, realizó varios aportes para combatir la bacteria Dermatophilus congolensis, causante de la llamada dermatofiosis en animales y humanos, una condición dermatológica que se manifiesta como la formación de costras crujientes que contienen el microorganismo.

Comenzó de cero en una vaquería como técnico-medio en medicina veterinaria, asistiendo partos y soportando algunas que otras mordidas y patadas.

Me enseña las cicatrices y se deshace en palabras. Luego explica, fue en el campo y no en la universidad donde les perdió el miedo a los animales y se convenció de un destino dedicado al servicio.

“No hay nada más bello que ver la evolución del animal. No se trata solo de una mera satisfacción personal, sino de estar allí para ser partícipe en la mejoría del animalito y luego contemplar la felicidad del dueño. Tú no te imaginas la empatía que se crea con ellos”.

Imagino que el hombre sentado frente a mí tiene mil y una historias por contar, así que le pido una anécdota o un consejo para los amantes de la profesión. Se sonríe y llega la respuesta imprevista:

“Que se cuiden de los perros pequeños, porque muerden más que los grandes cuando requieren tratamiento. No se confíen nunca y cumplan con los protocolos sanitarios establecidos. Pero, sobre todo les aconsejo que amen la medicina veterinaria con cada fibra de su ser”.

Así se expresa este yayabero, que incluso abandonó el lecho nupcial en más de una ocasión porque la marrana de un amigo daría a luz en plena madrugada. Por fortuna su conyugue entendió que cuando se trata de animales, Gregory es una especie de superhéroe.

Gregory Ramón Valdés Paneca, un veterinario “de altura”