Lo ratifica esta espirituana que se convirtió en la única pedagoga universitaria en recibir la Orden Frank País de Primer Grado, galardón que otorga el Ministerio de Educación Superior en Cuba

Tomado de Escambray. Por: Greydi Mejías

Caridad Cancio López es una mujer iluminada. Quizás, ni siquiera ella lo note. Mas, basta con repasar su vida profesional para darse cuenta de que sus sueños de adolescente no quedaron en historias inconclusas. Con apenas 12 o 13 años, cuando más de una profesión se entrecruza en el pensamiento, esta cabaiguanense dejó por sentado que sería maestra.

Lo hizo inspirada en su madre y en aquella maravillosa experiencia de las escuelas en el campo, que la atrapó y le avivó las nobles ansias de educar. Aquel avión imaginario no solo quedó en la pizarra improvisada, en las manos empolvadas de tiza de moldear los trazos de sus ficticios alumnos, sino que aterrizó y dejó la meta de ser creativa, seducir y encantar con su voz a todos los que educaría en su vida.

Sin despojarse de las ingenuidades de la juventud, se adentró en la rutina de las aulas; descubrió cuál era el mejor método para llegar a sus estudiantes, y se aferró a no perder el espíritu de investigar desde el espacio de la Enseñanza Secundaria Básica, el primer nivel educativo por el cual transitó. Así, consciente de que no sería de la noche a la mañana una maestra curtida, madura…, supo que, a golpe de empeño, lograría enseñar a las nuevas generaciones.

Y la vida se encargó de probarlo. Desde que atravesó por la Enseñanza Preuniversitaria, y hasta cuando alcanzó la licenciatura en Educación, en la especialidad de Español-Literatura, supo que no bastaba su pasión por el magisterio, sino que se tornaba indispensable el camino de la superación.

Por ello, con la mente puesta en enseñar y en ofrecer oportunidades sin otra recompensa que hacer el bien, esta enamorada empedernida del magisterio, se encargó de despertar la vocación de educar en algunos de sus discípulos y, a otros, los ayudó a cumplir sus sueños. 

Con este ímpetu llegó hasta la otrora Universidad de Ciencias Pedagógicas Capitán Silverio Blanco Núñez, de Sancti Spíritus. Allí fungió como jefa de departamento, decana de la Facultad de Humanidades, vicerrectora docente, y como rectora de la institución académica durante ocho años.

“En este lugar los retos fueron otros. Tuve que incorporarme a una docencia de nivel universitario con mayores exigencias; tuve que aprender idioma, computación, y a usar las nuevas tecnologías para convertirme en una profesional de la Educación Superior. Ser maestro tiene sus puntos comunes, pero en esta instancia estamos ante el cuarto nivel educativo, donde las personas se forman como profesionales de la sociedad que construimos.

“Mi mayor mérito como rectora fue lograr un excelente equipo de trabajo, porque todos éramos rectores de una actividad. Los cuatro vicerrectores, los decanos, los jefes de departamentos…, estuvimos muy unidos. De esta forma, conseguimos que nuestra universidad estuviera siempre dentro de las tres primeras del país.

“En esta etapa aprendí a liderar un equipo; a ser exigente y, al mismo tiempo, no perder la ternura; a entender a las personas; a ver la comunicación como un proceso importante, y a comprender que el trabajo y la responsabilidad resultaban decisivas en esta labor”, apunta Cancio López.

Con esta misma sabiduría que le mostró el camino de las buenas decisiones, Caridad llegó en el 2013 a la hermana Bolivia, sitio en el cual dirigió la misión educativa. “Bebimos de la cultura milenaria de este estado, y nos crecimos como seres humanos al ver las miserias que sufría esta nación. Aquí logramos elevar los niveles educacionales de la población y, en una primera etapa, libramos a Bolivia del analfabetismo”, constata.

Después de concluir sus tres años de misión en dicho país, esta maestra regresa a su centro docente, el cual la recibió con el nombre de Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez (UNISS), y con el encargo de formar no solo a los futuros pedagogos de la provincia, sino a otros profesionales.

Tras su arribo se desempeñó como asesora de la rectora para el sistema de gestión de la calidad, jefa de despacho de la misma, y en la actualidad asume el cargo de directora general I, a petición de la casa de altos estudios. Bajo el amparo de la universidad espirituana, Caridad alcanzó los grados científicos de máster en Didáctica de Español-Literatura, y doctora en Ciencias Pedagógicas, respectivamente.

Por ello, a la luz de estos tiempos tiene claro los retos de la Educación Superior. “Desde las universidades cubanas y, por tanto, desde la nuestra, tenemos que formar a un profesional competente, comprometido, y capaz de interactuar con el entorno en el que vive.

“Además, los proyectos investigativos deben resolver las problemáticas identificadas en los ejes estratégicos emanados de los congresos del Partido. Por otro lado, hay que estrechar el vínculo con las comunidades, sobre todo, con aquellas más vulnerables que necesitan de nuestra presencia para ser mejores”, confiesa la educadora cabaiguanense.

En el empeño de acentuar los rasgos de institución innovadora, científica, y humanista, el centro educativo sabe que el único derrotero es el de la renovación. Lo confirma la doctora en Ciencias Pedagógicas, para quien “formar a jóvenes emprendedores y con un proyecto de vida ajustado a la realidad cubana, resulta un desafío”.

“La casa de altos estudios tiene que ser pertinente. Debe responder a las necesidades y exigencias del territorio y del mundo, porque nuestros egresados también prestan servicios en otras naciones.

“Hoy atravesamos un contexto complejo en el que existen olas migratorias, desajustes ideológicos, incredulidades en torno a lo que ocurre a nuestro alrededor…. Por tanto, el reto es mayor.

“Nos toca desde los proyectos educativos, y desde los diseños estratégicos, lograr que los jóvenes tengan sus propias aspiraciones y dondequiera que se desempeñen sean profesionales cubanos dignos, patriotas, que defiendan lo auténtico de sus raíces y que sean buenos seres humanos”, subraya.  

Con 50 años de labor a cuestas, y a pesar de los incontables reconocimientos que atesora, esta pedagoga prefiere quedarse con los de sus estudiantes y compañeros de trabajo. Lo demostró en días recientes, cuando se alzó como la única espirituana en recibir la Orden Frank País de Primer Grado, galardón que otorga el Ministerio de Educación Superior en el país.

Sin embargo, no se vanagloria con este mérito. “Para mí lo más importante es el reconocimiento del consejo de dirección de mi universidad, el agasajo y las muestras de cariño de la comunidad universitaria, y de los que han sido mis alumnos en determinadas etapas de sus vidas.

“Esto no es un logro personal, sino otro reto más, porque significa que para mí todavía no hay jubilación. Me jubilaré para descansar y disfrutar de otros encantos de la vida, pero no ha llegado ese instante. Tengo mucho para dar, mucho que recibir, porque todos los días aprendo, sobre todo, de mis alumnos. Por eso, no rompo con la academia.

“Sigo investigando, doy clases en las maestrías Ciencias de la Educación y de Identidad Cultural, además de tutorar a quienes realizan diferentes investigaciones en estas materias. Es una altísima satisfacción dar un poquito de lo que he aprendido.

“Nunca dejaré de formar a las nuevas generaciones. Mi propósito es que sean personas preparadas, justas, solidarias, que destierren el egoísmo, lo cual nos convertirá en paradigmas como sociedad y generación. Le debo todo al magisterio y a mi país. He tenido la oportunidad de viajar, de conocer otras latitudes, pero mis raíces están en Cuba, mis esencias están en este país hermoso que defenderé siempre”, refiere.

Caridad tiene 67 años y no imagina ni una sola jornada fuera de los predios de la casa de altos estudios de Sancti Spíritus. Ahora más que nunca, pues el lado derecho de su pecho quedó grabado con el rostro de Frank y con la combinación tricolor que lo escolta en la medalla.

Caridad Cancio López: «para mí todavía no hay jubilación»