Por: José F. González Curiel.

Dentro de la tradición oral y escrita que forma parte  del “ajiaco” cubano, se encuentran los cultos religiosos que sincretizan la herencia africana con la española, adaptada a las condiciones propias de Cuba. Son creencias cubanas, distintas a lo que llegó de otras regiones en siglos anteriores, a las que se le fueron agregando elementos de otros rincones del universo.

De España, el catolicismo nos trajo un grupo grande de creencias en santos e imágenes que se fueron mezclando con las que llegaron de África a través de la trata negrera. Dentro de ellas, la leyenda de la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre, al norte de Oriente (Holguín) y su posterior historia, dieron un lugar importante dentro de la cultura criolla a la Patrona de Cuba, sincretizada con Ochún, cuyo color es el amarillo y su flor el girasol.

Esta flor (Helianthus annuus), es una planta cultivada hoy día a través de todo el mundo, originalmente es nativa de México y fue introducida en Europa por los españoles después de su “encuentro” con la cultura de América. Su nombre griego helianthus significa “flor que gira con el sol”.  Los aztecas en México y los incas en el Perú veían en esta flor un símbolo que representaba al Dios Sol.

En la antigua mitología griega aparece una ninfa llamada Clitia, hija del dios Océano y de la diosa del mar Tetis. Clitia se enamoró de Apolo, que los griegos identificaban con el Sol. Según la leyenda, Clitia, enamorada de Apolo, tenía todos los días su mirada fija en él desde que salía de su palacio por la mañana hasta que llegaba al oeste al caer la tarde.

 Después de un tiempo, la ninfa se transformó en una flor y aún hoy sigue a su amado y sigue al sol en su recorrido diario. La leyenda griega no puede tener como base al girasol, ya que esta flor no fue conocida en Europa hasta el siglo XVI, pero si pudiera tratarse de otra flor llamada heliotropo.

Justificada entonces la relación del girasol y el amarillo con la devoción popular de los cubanos a Santa María de la Caridad del Cobre. Si los griegos veían a Apolo como el Dios Sol, los cristianos desde muy temprano encontraron un profundo simbolismo en el sol naciente como Cristo resucitado, al punto que muchos de los templos se orientaban mirando hacia el Oriente, lugar de la salida del sol.

Por tradición se toma al girasol como la flor representativa de esta Virgen, ya que ella al igual que el girasol, que se vuelve hacia el sol continuamente, nunca deja de tener a Jesús como centro de su mirada y atención. La Virgen de la Caridad del Cobre que en sus brazos sostiene al niño Jesús, nos evoca también a mantener siempre nuestra mirada fija en Jesús. De ahí la máxima: “A Jesús por María”.

Una vieja tríada en la cultura cubana: el girasol, Ochún y la Virgen de la Caridad del Cobre