Autor: M. Sc. José Francisco Echemendía Gallego

¿Un lustro es mucho o poco tiempo? Depende del asunto, tema, del relacionante. En el año 2016, cuando casi se acababa noviembre, y puede decirse también que casi se terminaba el año; cuando ya nos invadía la euforia festiva propia de esos meses, con el matiz nacional, cubano; pues ahí se inserta la Jornada del Educador, el Día del Constructor, y todas las festividades vinculadas a las conmemoraciones de las victorias del Ejército Rebelde en diciembre de 1958, hasta el 1 de enero de 1959; casi con toda esa «avalancha» de jolgorio encima, nos golpeó la noticia fatal del fallecimiento del líder indiscutido de la Revolución, del Comandante en Jefe, del Caballo, del Uno, de FIDEL.

Toda una isla anonadada, todo un país dolido, todo un pueblo triste y con lágrimas en los ojos; el mundo entero sorprendido, los amigos de todas partes expresando su solidaridad y amor por Fidel, por Cuba, por los cubanos; y por desgracia, y lamentable para ellos, los pocos malos cubanos que, sobre todo, en el nido floridano se congratulaban por el hecho (como si en algo dependiera de ellos), y hasta fiesta hubo, hay que decirlo; los pobres creyeron que su «retorno» era inminente, otro cálculo errado.

Desde ese día y hasta hoy, y hasta siempre, Fidel ha seguido guiando y conduciendo al pueblo revolucionario de Cuba, desde aquel infausto 25 de noviembre y hasta siempre, el invencible Comandante guerrillero, el estadista enhiesto de descomunal estatura, el hombre soñador, el veedor del futuro seguirá siendo quien «tire» de este pueblo, de su gente, para seguir construyendo la sociedad y el país que él vio, para continuar poniendo piedra a piedra; idea sobre idea, obra sobre obra en la edificación de una sociedad que aspira a conquistar toda la justicia posible, una sociedad que sea el resultado del duro, abnegado y laborioso bregar de toda una NACIÓN, justa, solidaria y unida. FIDEL estará siempre.

Siempre Fidel