Por: José F. González Curiel. Profesor de la UNISS

Uno de los elementos esenciales que diferencia al ser humano de los demás fenómenos universales es la actividad consciente, guiada por necesidades, intereses y fines. Trabajamos para lograr metas que se convierten en fundamento de la dinámica social, grupal e individual. Esas metas son eslabones mediadiores en el infinito camino de cumplir objetivos, los que –como toda obra humana- contienen una alquimia entre la objetividad y la subjetividad.

El reto que presupone un sistema de trabajo coherente con la mirada en la excelencia en nuestra casa de altos estudios, que debe ser completado también por las miradas externas de los cuerpos administrativos y ejecutivos de quien les corresponde evaluarnos, necesita poner las miradas en el fin, más que en los medios.

Fruto de una amplia consulta dentro de la comunidad universitaria, dirigida por nuestro Observatorio Social y aprobada finalmente en el Cosejo de Dirección, la campaña que matiza la autoevaluación institucional y de los diferentes programas, pone su contenido y extensión en la calificación de excelencia. No quiere esto decir que todos los procesos sustantivos de nuestra institución estén a ese nivel.

Se trata más bien de lograr que todas las estructuras de trabajo, todas las organizaciones y todos los sujetos, manifiesten la capacidad constante e infinita de reconocer las brechas entre el deber ser y el ser concreto (dificultades), determinen con toda nitidez los medios para la superación (acciones de mejoras) y empleen adecuadamente las potencialides con se cuenta (fortalezas).

Algunos pensarán: ¿excelencia?, la respuesta es “sí”. La mira debe apuntar al fin, como el buen chofer mira la carretara más que a lo pedales. Si algo existe de hilo conductor en todo el pensamiento pedagógico cubano es entender el eterno equilibrio, no solo entre el bien y el mal, también entre lo real y lo ideal, entre lo bello y lo feo, entre lo que se quiere y lo que se puede. Como escribiera Heráclito hace más de 2500 años: “Todo es y no es”.

Los que fundamos esta nueva Universidad, hija de una tríada que ya tenía su identidad y su historia en el territorio, tal vez no siempre seamos conscientes de la inmensa obra que entre todos hacemos crecer día a día, porque lo visto a diario no cambia mucho a nuetros ojos; su cotidianidad enmascara la transformación. Pero tenemos mucho cabo y muchas manos para tomar el machete de Serafín con el que chapeamos malezas a diario en nuestro obligado camino, no solo desde la Sala de Historia, donde se guarda como tesoro ganado, junto a decenas de reconocimientos y estímulos, fruto del sudor de todos los días.

El yin: los credos internos en el eterno proceso de mirarnos por dentro para saltar y como consecuencia, los programas acreditados hasta la fecha desde una mirada externa y autorizada, así como la autoevaluación institucional precedente, la cantidad de profesionales formados que se han sumado al crecimiento de la provincia en más de tres décadas, el trabajo educativo, que aún siendo imperfecto, garantiza modos de pensar y actuar de los estudiantes y trabajadores en correspondencia con los valores compartidos, identificados de manera colectiva,  el impacto extramuros en las muy numerosas acciones culturales, recreativas y deportivas del día a día, la mano solidaria de colegas y jóvenes nuestros que se extiende ante cada contingencia que la madre natura nos echa encima, la colaboración con otras entidades de la provincia, el país y el mundo, la huella dejada en cada lugar donde ha estado un colaborador nuestro en un hermano pueblo, los resultados de nuetros proyectos de investigación, la capacitación y superación a cuadros de la provincia, la presencia constante en los medios de difusión espirituanos, el aporte de nuestros profesionales al funcionamiento de organizaciones e instituciones del territorio, el crecimiento en la visibilidad de la UNISS para los públicos estratégicos, la mejora en la imagen visual corporativa y su impacto en el crecimiento del sentido de pertenencia, la mejora constante en las condiciones de trabajo; y algo más.

El yang: los caminos aún desandados de aquella criatura que por su corta vida no termina de madurar aún. Y son muchos, pero no más que los andados. Por eso nuestra frente y nuestra vista estarán arriba siempre tan altas como la figura que lleva nuestro logo y nuestro nombre, el maestro de todos los cubanos, nuestro Martí.

Trabajemos por la excelencia, en y a través de la imperfección. Las quimeras son útiles y necesarias como las utopías. Persona sin quimera no llega a lugar alguno. El horizonte siempre se divisa a lo lejos; otros, no menos importantes, nos ven en su horizonte, porque este es aquí y ahora, aunque mirando a lo lejos nunca te des cuenta que lo tienes a tus pies. Por eso seguimos “con la mirada en la excelencia”, la incompleta de hoy y la incompleta del mañana, porque la excelencia es, en la realidad concreta, no más que una quimera.

La excelencia: ¿quimera o realidad?