Autora: M. Sc. Liliam Marisel Quiñones Colomé. Profesora de Español-Literatura de la UNISS

No hay dudas de que, para Fidel Castro, el proyecto educativo cubano sustentaría los cambios más trascendentales que se producirían a partir del triunfo revolucionario, y lo vaticinó desde su histórico alegato “La Historia me absolverá” cuando expresó:

“(…) un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz. No se olviden las palabras del Apóstol: (…) “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos.” “Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre.”

 Pero el alma de la enseñanza es el maestro, (…).

Sus permanentes intercambios con los principales dirigentes del sector educacional a partir de enero del 59 demuestran no solo el interés por el perfeccionamiento de la educación, del educador y de la escuela como escenario clave para ello, sino la certeza de que todo ello era posible.

Hoy resulta necesario retomar algunas de sus ideas, y contextualizarlas, como aquellas que destacó el 3 de abril de 1976: “(…) debemos señalar al menos la importancia de desarrollar un espíritu de urbanidad en todos los niños, varones y hembras, hombres y mujeres. Nos referimos a la educación formal, algo tan importante en la vida del hombre: el saber comportarse correctamente en cada lugar”.

Ese tema lo retoma el 17 de julio de 1983 y expone: “Además del estudio, la disciplina y la educación, es muy importante eso que llamamos la educación formal; el respeto a los maestros, el respeto a los padres, el respeto a los mayores, la buena educación que deben recibir en la familia y en la escuela, el hábito de seguir los buenos ejemplos (…). Hay dos formas de combatir los malos ejemplos; una de ellas es criticarlos, y otra es no imitarlos”.

Sobre el educador, el 7 de julio de 1978  expresó ideas claves, que retomó el 13 de julio de 1979, para explicitar los que, a su juicio, eran requisitos indispensables en su tarea educativa, teniendo en cuenta el carácter político de su trabajo y en virtud de la influencia que ejerce en sus alumnos con su ejemplo personal. Señalaba que la sociedad esperaba de los que se graduaban, que fueran:

  • Profesores que sistemáticamente formen en sus alumnos los conceptos científicos sobre la naturaleza y la sociedad. De hecho, profesores estudiosos, capaces de desarrollar eficientemente los planes y programas de estudio, para lo cual deben prepararse consecuentemente, y poner especial atención a la preparación metodológica programada.
  • Profesores organizados (…), estrictos cumplidores de las normas y disposiciones establecidas, y que con su ejemplo contribuyan a formar jóvenes responsables, conscientes de sus deberes.
  • Profesores que en su labor como educadores, formen en sus alumnos hábitos de estudio, de trabajo, de educación formal, correctas relaciones entre compañeros sobre la base de los principios de la moral de nuestra sociedad, que desarrollen sentimientos humanos, solidarios, de respeto a la propiedad social y personal, que estén aptos para vivir en la sociedad que construimos y luchar contra toda conducta indeseable.
  • Profesores con un gran espíritu de justeza y honestidad, que luchen permanentemente por desarrollar en sus alumnos el interés por saber, el afán por hacerse cada vez más útiles a la colectividad, y que sus resultados docentes pongan de manifiesto los logros que alcanzan en este sentido.
  • Profesores que destierren toda forma de manifestación del fraude académico, que eleven el valor moral de las pruebas o exámenes y combatan el más mínimo vestigio de conducta que desvirtúe su pureza y rectitud.
  • Profesores que trabajen en la formación comunista de nuestros educandos, que combatan toda manifestación de individualismo, egoísmo e inmodestia y todo lo que constituya una desviación ideológica.
  • Profesores que formen a nuestra juventud en las más puras tradiciones de la clase obrera.
  • En fin, un profesor que en su tarea diaria esté consciente de la responsabilidad que la sociedad le ha situado al conferirle lo más preciado de ella, la joven generación”.

El 13 de julio de 1979 también precisaba que “La educación es el arma más poderosa que tiene el hombre para crear una ética, para crear una conciencia, para crear un sentido del deber, un sentido de la organización, de la disciplina, de la responsabilidad”. Y puntualizaba que “El éxito de nuestra Revolución, la seguridad de nuestro futuro; el éxito de nuestro socialismo dependerá, en gran parte, de lo que sean capaces de hacer los educadores”.

Otras alusiones al papel del educador fueron precisadas el 7 de julio de 1981 cuando expresó que “en la escuela es el maestro, es el profesor quien concreta los lineamientos trazados por el Partido en la medida que sepa dar cumplimiento a los planes de estudio, programas, indicaciones metodológicas y documentos normativos”.

Ese día, en su memorable discurso en el acto de graduación simultánea de varios contingentes pedagógicos (el III Contingente del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech con el nivel de Licenciados, el V que completó sus cinco años de estudio; el VI, que fue el primero que comenzó con el nivel de 12 grado, y los integrantes del I Contingente del Destacamento Pedagógico Internacionalista “Che Guevara”), Fidel definía, con la claridad que lo caracterizó siempre, cómo debía ser el educador cubano;  ideas que debieran retomarse de manera permanente, no solo para hacer imperecedero su legado, sino para hacer imperecederos también la imagen y el quehacer de todo profesional de la educación.

  • “El educador no debe sentirse nunca satisfecho con sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación, de investigación. Tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura “.
  • “En la medida en que un educador esté mejor preparado, en la medida que demuestre su saber, su dominio de la materia, así será respetado por sus alumnos (…). Un maestro que imparta buenas clases, siempre promoverá el interés por el estudio en sus alumnos”.
  •  “La autopreparación es la base de la cultura del profesor. Es esencial la disposición que cada compañero tenga para dedicar muchas horas al estudio individual, su inquietud por saber, por mantenerse actualizado, por mejorar su trabajo como educador”.
  • “La autopreparación tendrá calidad si existe el espíritu de superación, si se es exigente consigo mismo, si se está inconforme con los conocimientos que poseen. La inquietud intelectual de un profesor es cualidad inherente de su profesión. Cuando se tiene clara conciencia del papel que se desempaña, el estudio se convierte en un placer, además de una gran necesidad”.
  • “Solo se puede despertar el interés de los alumnos por un aspecto del conocimiento, demostrándoles su importancia, motivándolos legítimamente a investigar. Hay que educar en todos los lugares en que nos encontremos. Y esa vía de educación permanente tiene que ser el ejemplo. En la escuela, en el lugar de residencia, en las actividades sociales, el maestro tiene que ser un ciudadano ejemplar que todos respeten y admiren”.
  • “Ser maestro por eso significa, ante todo, serIo en todos los órdenes de la vida. En el ejercicio de la profesión está implícita su ejemplaridad, divisa del educador comunista y condición indispensable para cumplir los altos objetivos de la escuela socialista. La ejemplaridad se demuestra en la puntualidad, disciplina, calidad de la clase, cumplimiento de las normas, asistencia al trabajo productivo, en las relaciones con los alumnos y con los compañeros maestros, en su higiene personal y en la exigencia para consigo mismo y para con los demás”.
  • “Para llegar a ser un educador respetado por sus conocimientos, hay que dedicar mucho tiempo a la lectura, al estudio e incluso, sacrificar horas de descanso, si fuere necesario”.
La educación y los educadores: una mirada fidelista