Por: José Francisco Echemendía Gallego

He visto con mucho dolor y sosobra los últimos acontecimientos ocurridos en diferentes localidades de Cuba; he visto hacerse realidad lo que me parecía poco probable. Esta situación me ha confirmado, en lo esencial, tres cosas: la primera, que el imperialismo estadounidense no cesará nunca en sus propósitos de destruir la Revolución Cubana, de sepultar el ejemplo y determinación de un pequeño país a ser libre, soberano e independiente; la segunda, que los revolucionarios tenemos la obligación de vivir, como dijera Raúl Castro, “con el pie en el estribo”; y en tercer lugar, que aunque nos duela, aunque nos parezca poco probable, siempre habrá alguien dispuesto a “morder” la mano que lo alimenta, siempre habrá alguien presto a desempeñar el rol de Judas.

Sobre la esencia de la política imperial, ya habíamos sido advertidos, a lo largo de la historia, por Bolívar, Martí, el Che y Fidel, aunque no fueron los únicos. Los intentos reiterados de destruir la Revolución, acudiendo a las más diversas y variopintas formas, que han ido desde las agresiones de todo tipo, hasta la invasión directa, pasando por los numerosos intentos de asesinar a líderes del proceso revolucionario, especialmente a Fidel; en la actualidad se disfrazan de buenas y nobles intenciones, para “ayudar” al pueblo de Cuba que sufre limitaciones, carencias y urgencias, en medio de una situación sanitaria crítica provocada por un rebrote de la pandemia que ha puesto al Sistema de Salud Nacional al borde del colapso. Esta realidad se ha establecido desde el exterior, desde el año 2019 la administración Trump dictó 243 medidas dirigidas a asfixiar a la población y provocar insatisfacción e incomodidad, y a su vez crear las condiciones dentro del país con un grupo considerable de personas dispuestas a servir al imperialismo.

Señores imperialistas, vuelven a equivocarse si creen que entregaremos la Revolución sin combatir, la mayoría de este pueblo está dispuesta a pelear, a defender su sistema político, a dar la batalla donde sea necesario. La espada no caerá de nuestras manos, nos la tendrán que arrebatar, y no será sin luchar con determinación y denuedo. La última palabra siempre será Patria o Muerte.

La confianza traicionada