Por: José F. González Curiel.

Los mal llamados “tanques pensantes” del modelo capitalista, publicaron tratados saboreando la victoria sobre el también mal llamado “socialismo real” a finales del siglo XX y fundamentaron teorías que sostenían el “fin de la historia” o el sistema de “bienestar generalizado” que, superando todos los obstáculos, garantizaba la solución de sus contradicciones, en tanto beneficiaba hasta los pobres, que por las bondades del mercado se les hacía más fácil encontrar comida en los desechos.

Claro, que en algunos casos, para no pasar por ilusos, reconocían la existencia de dos mundos: el del capitalismo desarrollado que llegó al “fin de la historia”, muy diferente del otro “mundo de la historia sin fin”, que por tener estructuras y sujetos débiles, poco inteligentes, no logra niveles de desarrollo decorosos.

Las crecientes crisis del modelo neoliberal, cada vez más profundas y seguidas, han hecho volar en pedazos todas estas manipulaciones en la interpretación de la historia y la sociedad. La gran estampida de los bancos en Estados Unidos a finales del 2007 y, con más fuerza, a partir del 2008, que sacudió las bases del sistema a nivel mundial por largos años, rompió con estas tesis y obligó a una necesaria reinterpretación del pasado, el presente y el futuro de la humanidad.

A penas cuando se iniciaban algunos signos alentadores en las economías de algunos de los países más importantes y de más peso en el panorama mundial, la pandemia COVID-19 ha venido a demostrar una vez más que el capitalismo no puede ni debe ser el fin de la historia, no tiene capacidad estructural para mantener la funcionalidad ante situaciones desestabilizadoras del orden “natural” que imponen el mercado y la propiedad privada.

La misma Italia, cuna del renacimiento y base de la modernidad, la que por un lado es capaz de tener clubes deportivos que financian contrataciones multimillonarias, por el otro se decide ahora quién vive y quién muere por falta de equipos para ventilar a los enfermos de coronavirus.

Lo mismo pasa en otros países capitalistas de altos niveles de desarrollo, como la España de la liga de futbol más cara del mundo o el propio Estados Unidos, la primera economía mundial y símbolo del “progreso civilizado”, donde suenan hoy  las alarmas por las carencias ante la disponibilidad de hospitales, seguros médicos, asistencia a los inmigrantes, desempleados por aislamiento sin garantías salariales y donde su administración ha tenido que apelar a decisiones nada honorables, como el vulgar robo de equipos de ventilación con manto de legalidad para satisfacer las demandas sociales que no se pueden sostener desde el mercado y la privatización.

Han sido los más criticados, los que desde la ”izquierda” o el “comunismo” han dado señales al mundo de capacidad sufienete en recursos destinados a combatir la pandemia, los que tienen personal capacitado para ello, los que pueden disponer de recursos financieros y materiales para que ningún enfermo quede desatendido, pero sobre todo, los que desde la humildad demuestran al mundo que derechos humanos, democracia y libertad no se consiguen solo desde el producto interno bruto, el mercado abarrotado o la bolsa de valores.

Hay fundamentos que tienen que ver también también con las garantías de los sujetos que producen, las posobilidades de la fuerza de trabajo, la forma de distribuir la riqueza, la planificación con arreglo a las necesidades, las garantías de un consumo más equitativo, el papel del Estado en la realización de todas estas garantías, así como otras muchas cuestiones estructurales y funcionales que desde la espontaneidad del mercado y la concentración capitalista son imposibles de garantizar a plenitud para todos, con énfasis en las clases bajas.  

Ni qué decir de los países capitalistas que pertenecen al “mundo de la historia sin fin” o al mundo subdesarrollado del sur, como les llaman otros. Pena dan ante la autoridad humana y la divina los contagiados sin atención, los enfermos sin hospital, los médicos que lloran por impotencia ante la falta de capacitación y medios, los periodistas que quedan sin poder decir una palabra ante cámaras por el desastre de los muertos en las calles o los que no tienen servicios necrológicos, privatizados también por la carrera neoliberal de sus gobiernos.

Y así, un recorrido rápido por lo que sucede en aquella parte del mundo que no es “comunista”, los que no tienen sistema para atender de manera efectiva a los miles de enfermos de COVID-19, los que tienen un mercado que manda más que sus gobiernos, en los que la propiedad privada y el dinero mandan más que el deber, la ética y el humanismo, los que tienen flujos financieros más hacia la especulación que hacia la producción, donde pocos trabajadores quedan seguros ante la inactividad y el aislamiento; en fin, a los que la actual situación de crisis sanitaria ha sacado sus lados oscuros, tal vez los más oscuros, siguen demostrando al mundo que la historia tendrá que seguir su curso irremediable.

No por gusto los flujos de información y las principales líneas de mensajes han variado radicalmente en los últimos días, movidas por las carencias del capitalismo para salir de la crisis y por el ejemplo de los criticados, que como Rusia, China y Cuba mandan ayuda de todo tipo para salvar al mundo, incluyendo a los que se autoproclaman como modelos a seguir, pero donde hoy unos mortales seleccionan a otros para morir por carencias de producción y mercado.

“Yerra quien ve la vida simple”; la vida es dual, pero la cara oscura del neoliberalismo están gritando a toda la humanidad que este capitalismo no puede ser el fin de la historia. El mundo tiene aún muchas fallas más grandes que la de San Andrés y el estado de bienestar generalizado está tan lejos para el ciudadano necesitado como el dinero de Cristiano Ronaldo o de  Leonel Messi.

COVID-19: otro salidero en los “tanques pensantes” del capitalismo