Por: José Echemendia Gallego

La humanidad vive hoy uno de los momentos más difíciles y complejos de su historia, puede parecer una aseveración tremendista y, hasta atrevida, pero no tengo la menor duda; en una época donde el galopante desarrollo de las tecnologías, en modo particular el de las comunicaciones convierte al universo en “una aldea” y la carrera armamentista, que hace unos años parecía conjurada, vuelve a ser protagonista.

Vivimos en un mundo plagado de conflictos bélicos o casi bélicos, con motivaciones que van desde el despojo, hasta la reconfiguración geopolítica; pasando por los no menos importantes intereses meramente económicos (dominio de grandes potenciales energéticos, de materias primas, de agua potable, de áreas de influencia; entre otros) y otros de índole religiosa o confesional; casi todos transidos por un fenómeno creado, financiado y sostenido por las grandes potencias occidentales, especialmente por Estados Unidos: el TERRORISMO.

Y es precisamente esa potencia hegemónica la vedette de este lamentable espectáculo que nos imponen a nivel global. Independientemente del papel, que han venido jugando en los últimos años un grupo de países liderados por una Rusia fortalecida en todos los aspectos, una potencia económica como China y otros como la India, Sudáfrica y un sudeste asiático emergente; nada pone frenos a la demencial ansias de manejar al mundo a su antojo y de acuerdo únicamente a sus intereses; tal parece que quedaron muy cimentadas en su filosofía las prácticas devastadoras con las que hicieron “grande” a esa nación, la brutal conquista del oeste a expensas de hacer desaparecer pueblos enteros, de apropiarse de grandes extensiones de tierra de otros estados, México verbigracia, o considerar “su patio trasero” o área de influencia natural a un continente entero. Ya Bolívar lo había previsto en los albores del siglo XIX, después lo corroboró nuestro José Martí.

Asistimos hoy a la sublimación de todo eso. Esta administración, demencial y desequilibrada, liderada por un elenco de lujo, una élite de halcones de la guerra (Pence, Bolton, Pompeo, Abrams, Claver Carone y Marcos Rubio, estos últimos aportando la vos latina al coro) con un obediente y siempre presto presidente a lanzar cualquier exabrupto, por descabellado y atrevido que parezca. Obligan a sus aliados a “bailar” al ritmo de su música; así llevaron a Canadá y México a firmar un nuevo tratado económico que beneficiara más a la gran nación; o condicionaron a sus “amigos europeos” a respaldar la política que desarrollan en el Medio Oriente con un Israel como punta de lanza; a desentenderse del acuerdo nuclear firmado con Irán; y las penúltimas decisiones de reflotar la Doctrina Monroe, declarando “que no quieren ningún gobierno comunista en este hemisferio”, de ahí la determinación de derrocar al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro en Venezuela, e ir después, o al mismo tiempo contra Cuba y Nicaragua; poner en práctica el Título III de una Ley extraterritorial e injerencista como la Helms-Burton y anunciar recientemente que impondrán sanciones a cualquier país de este planeta que compre petróleo iraní; a dónde mandan a parar las libertades, el país que se dice defensor de la “libertad, el derecho y la democracia”.

Cuál es el concepto del Derecho Internacional que tiene esta administración, realmente es difícil de entender, es un derecho interpretado de acuerdo con sus intereses hegemónicos y de dominio global, de absoluto irrespeto a las normas internacionales; pero los organismos internacionales, particularmente la ONU, siguen en un silencio, si no cómplice, cuando menos temeroso y conservador.

Soy del criterio que es el momento en que las fuerzas  del progresismo mundial, los movimientos sociales, los sindicatos obreros, las organizaciones estudiantiles, los intelectuales honestos y todo aquel que ame la verdadera libertad, la independencia y la democracia le hagan saber al pretendido AMO del mundo que está equivocado; si no se le detiene ahora podríamos ver, de hecho ya lo estamos haciendo, un fenómeno global más nefasto, desgarrador y brutal que el nazismo alemán del siglo pasado.

ARROGANCIA Y PODER: UNA COMBINACIÓN NEFASTA