Por: Yaney Rodríguez, presidenta de la Cátedra Honorífica «Estudio del pensamiento y la obra de Fidel Castro» (UNISS)
Las grandes transformaciones en la historia de la Revolución Cubana han estado en las manos de la juventud desde las guerras libertarias de los siglos anteriores hasta hoy.
Fueron los jóvenes los que formaron y consolidaron la nación cubana, los que le dieron el golpe de gracia al colonialismo español al iniciar las luchas por la independencia, los que aspiraron a una patria con todos y para el bien de todos, los que se opusieron a la hegemonía yanqui en Cuba durante el siglo XX, los que recorrieron la nación, en caravana victoriosa, desde el primero hasta el 8 de enero de 1959 como expresión de triunfo, y son los que continúan trazando el rumbo de esta revolución, porque un mundo mejor es posible.
Fidel mismo fue un joven excepcional y, durante toda su existencia, su pensamiento mantuvo el vigor y el ímpetu propios de la etapa juvenil de su vida. No solo lideró la materialización de una revolución a la edad de 32 años, sino que la hizo real articulando el pensamiento, el coraje y la acción de los mejores compañeros suyos, tan jóvenes como él.
Pero, ¿cómo inició esa juventud de los años 50 su participación en la historia de la patria?
Para ello debe analizarse cuidadosamente el período 1940-1952, etapa que constituye un impase excepcional en la historia cubana: elecciones presidenciales y legislativas donde competían múltiples partidos, tanto tradicionales de derecha como nacional reformista de centro, e incluso, los activos comunistas cubanos del período formaron parte de inclusivas alianzas electorales; un diseño institucional plural y “participativo”, y una diversidad de personajes inéditos, interesantes y complejos, con disímiles motivaciones.
¿Qué partidos se debían presentar a esas elecciones que se celebrarían el 14 de junio de 1952, de no haber ocurrido el cuartelazo del 10 de marzo de 1952?
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