Mella, un mocetón hijo natural de un sastre dominicano radicado en Cuba y una joven británica, nieto del general de la independencia quisqueyana Ramón Matías Mella, nacido el 25 de marzo de 1903, quien a los 17 años por no ser ciudadano mexicano había tratado infructuosamente de ingresar en la academia militar de San Jacinto, en México, y que había matriculado Derecho y, a la vez, como otros muchos en la época, Filosofía y Letras, había participado en la protesta de 1921, frente al Aula Magna, contra la pretensión del claustro de profesores de otorgar el doctorado Honoris Causa al procónsul, general Enoch H. Crowder y solidariamente había firmado el manifiesto en contra de tal gesto de servilismo.

El 4 de diciembre de 1922, el doctor José Arce, profesor argentino, habló ante los alumnos de la Universidad de La Habana, con motivo de haber sido investido como rector Honoris Causa del centro docente. Esta vez su disertación en el Aula Magna ante los alumnos, fue más beligerante que la del 27 de noviembre anterior porque trató de “La evolución de las universidades argentinas”, que versó sobre los acontecimientos de la Universidad de Córdoba en 1918 y la reforma. Ese discurso devino brasa en un ambiente ya caldeado por la prédica reformista de varios profesores, como el general Eusebio Hernández, Diego Tamayo, Alfredo Aguayo, José Varela y Zequeira, y, sobre todo, del brillante Evelio Rodríguez Lendián.

La situación de la Universidad de La Habana no era muy diferente de la que había prohijado el movimiento de la Universidad de Córdoba, así que el 10 de diciembre los estudiantes lanzaron un manifiesto en el que anunciaron su intención de llevar a cabo la renovación universitaria y también crear, mediante la federación de las asociaciones de estudiantes de la colina de San Lázaro, un órgano que las unificara y en cuya organización ya venía trabajando una directiva provisional.

Diez días después, se reunieron los representantes de las dispersas asociaciones de estudiantes de la universidad y designaron formalmente el directorio unificador, con lo que surgió la Federación de Estudiantes Universitarios, de la que fueron designados, presidente -el cargo rotaría cada dos meses entre los presidentes de facultades- Felio Marinello, estudiante de ingeniería, y secretario general un joven en cuyos documentos universitarios aparecía como Nicanor Mac Partland y era llamado corrientemente Julio Antonio Mella, quien había ingresado en la Universidad en el curso de 1921 a 1922.

La designación del estudiante, hijo natural y mestizo, para el cargo de secretario general de la Federación de Estudiantes Universitarios, evidenció desde el primer momento, la voluntad de liderazgo que hacía sobresalir a Mella y ser distinguido por sus compañeros, porque no era frecuente que los veteranos confiaran su dirección a estudiantes de los primeros cursos. Lo que no sabían estos, posiblemente, era que en esos instantes aquel joven ya había tomado contacto por su cuenta con dirigentes obreros para ganar para el estudiantado las experiencias organizativas del movimiento proletario. Comenzaba a comprender en qué consistía la lucha de clases.

La FEU, en la reunión del 22 de diciembre de 1922, había designado a los miembros de una comisión de reforma universitaria instituida en sus estatutos, y convocó, para los primeros días de enero, una asamblea en el Aula Magna con vistas a dar a conocer a los estudiantes y «al público de la República» el objetivo de su integración; el 30 de diciembre, en una declaración, plantearon la demanda del establecimiento de la autonomía universitaria , y exigían que se dotara a la universidad de recursos para poder terminar sus edificios, y la participación en el claustro universitario.

Sobre la reforma universitaria planteó:

“Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de los oprimidos, por una universidad más útil a la ciencia y no a las castas plutocráticas, por una universidad donde la moral y el carácter del estudiante no se moldee ni en el viejo principio del ‘magister dixit’,  ni en el individualista de las universidades republicanas de la América Latina o EE.UU.: Queremos una Universidad nueva que haga en el  campo de la cultura lo que en el de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores. Sabemos que no lo vamos a conseguir inmediatamente. Pero en la simple lucha por la obtención de ese ideal de la universidad del porvenir vamos a obtener un doble triunfo: agitar conciencias jóvenes ganando reductos en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador, y, probar, ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva de la cultura y de sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente con la emancipación de los esclavos de la producción moderna que son, también, los títeres inconscientes del teatro cómico de los regímenes políticos modernos”.

En el manifiesto, aprobado el 10 de enero de 1923, entre otros aspectos, se precisaba:

1. Una reforma radical de nuestra Universidad, de acuerdo con las normas que regulan estas instituciones en los principales países del mundo civilizado, puesto que nuestra patria no puede sufrir, sin menoscabo de su dignidad y su decoro, el mantenimiento de sistemas y doctrinas antiquísimas, que impiden su desenvolvimiento progresivo.

2. La regulación efectiva de los ingresos de la Universidad, que son muy exiguos en relación con las funciones que ella debe realizar, como centro de preparación intelectual y cívica. Y esta petición está justificada, cuando se contempla el deplorable estado de nuestros locales de enseñanza, la carencia del material necesario y el hecho de ser la cantidad consignada para cubrir las necesidades, la mitad de la señalada para instituciones iguales, en países de capacidad y riqueza equivalentes a la nuestra.

3. El establecimiento de un adecuado sistema administrativo para obtener la mayor eficacia en todos los servicios universitarios.

4. La personalidad jurídica de la Universidad y su autonomía en asuntos económicos y docentes.

5. La reglamentación efectiva de las responsabilidades en que incurran los profesores que falten al deber sagrado, por su naturaleza, que les está encomendado por la nación.

6. Y, por último, hace constar que están dispuestos a actuar, firme y prudentemente, y como medio para obtener la solución de los actuales problemas y de los que en el futuro pudieran ocurrir, solicitar la consagración definitiva de nuestra representación ante el claustro y del principio de que la Universidad es el conjunto de profesores y alumnos.

Mella fue el principal dirigente de la Reforma Universitaria de Cuba y fundador de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) en 1922. También fundó la Liga Anticlerical (1922),  la sección cubana de la Liga Antimperialista de la América en 1925 y el primer Partido Comunista de Cuba en ese propio año. En su exilio, llegó a ser uno de los principales dirigentes del Partido Comunista mexicano, desde donde colaboró con el levantamiento de Sandino, en Nicaragua. Junto a José Carlos Mariátegui (1894-1930), Mella fue uno de los fundadores del marxismo latinoamericano. En marzo de 1923, apenas cinco años después de los sucesos de Córdoba (Argentina, 1918), la insurgencia estudiantil de La Habana declara la ‘Universidad Libre’ y nombra a Mella rector interino, estudiante que tenía en ese momento 20 años de edad.

Más tarde, Mella es expulsado de la Universidad, y cuando en 1926 el rector le inicia un juicio, Mella le responde en una carta: ‘¡Qué ejemplo para los profesores de esta Universidad! ¡Un rector que no tiene fuerza moral, prestigio, elocuencia, para habérselas con un alumno! Necesita ¡oh inutilidad de la toga rectoral! acudir a los tribunales de la justicia oficial para que lo ayuden a gobernar desde la altura demasiado alta para usted, del rectorado de la Universidad Nacional […] usted es hombre de ‘reglamentos’, de ‘leyes’, de ‘orden’, de ‘legalidad’, de todas esas cosas que conquistan sabiamente a los hombres que no son capaces de ser libres, es decir, de todo menos de justicia’. Y remataba esa carta al rector de la Universidad con una formulación esencial de la Reforma Universitaria: ‘la Universidad es de los alumnos’.

En 1929 Mella cayó asesinado en una calle de México. Apenas tenía 26 años. Dos matones del dictador Machado le pegaron dos tiros por la espalda.

Juan Marinello escribiría una bella semblanza de Mella, repleta de admiración. De él diría: “Quien vio de cerca a Mella conoció a una de las personalidades más sugestivas y atrayentes que hayan alentado en nuestra tierra. La estampa física convenía a maravilla con su naturaleza y su misión. Muy alto, atlético, de cabeza hermosa, fuerte y erguida, de ademanes enérgicos y serenos a un tiempo, su presencia respondía en medida exacta a su tarea de comunicación inmediata y múltiple. Cubano hasta la médula –hijo afortunado de las dos sangres matrices que integran el pueblo de su isla-, fue como Martí, un caso sorprendente de superación de lo nuestro. Meditador y audaz, sonriente y contenido, alegre y responsable, imaginativo y práctico, era muy difícil escapar a su ámbito. Conocerlo era creer en él. Unía la mente ancha y universal a la cercanía familiar y captadora. Hasta aquel peculiar ceceo; hasta aquel andar a grandes trancos, un poco desgonzado de la cintura abajo; hasta aquella postura ladeada, caída hacia la izquierda, que adoptaba en la tribuna, le completaban la personalidad atrayente».

Mella: la FEU y la reforma universitaria